Soy filósofa de mi propia existencia, es decir, poetisa
Soy filósofa de mi propia existencia, es decir, poetisa

Esto es la vida real: lo que nos brinda la naturaleza

Esto es la vida real. Justo un año después de esta foto y esta reflexión, lo mismo pienso. La vida es lo que nos brinda la naturaleza, todo lo demás son constructos artificiales.

Hay que volver a las raíces, estudiarse a una misma, hacer un doctorado de la propia esencia y de lo que le conviene al alma. A ella siempre le conviene la verdad de su individualidad en relación a la unión con el todo, con el cosmos y el omniverso.

Esta verdad se halla en el silencio y en la conexión con la fuerza de la natura. Tiempo, paz y voluntad es lo que necesitamos para alcanzarla.

La bahía de Santander

Hace un año, me di demasiado cuenta de cómo la gente actúa en esta gran obra de teatro que es la vida común, pero no se dan cuenta de que son actores (por eso interpretan tan bien su papel). Y me gusta recordar esto para recordarme a mí misma el camino: ya no participo más y mucho menos voy a dejarme sugestionar ni presionar ni manipular.

Hoy hace un año, perdí una buena oferta de trabajo, para la que estaba cualificada y ya me iban a contratar, por no tener puestas las cosas ésas que pocos saben qué contienen exactamente, que no han pasado suficientes ensayos, de cuyos efectos secundarios nadie se responsabiliza y las cuales usaron como anzuelo para nuestra libertad.

Me fui de la entrevista de trabajo dando un largo paseo y me senté en la bahía de Santander a contemplar la única verdad: la naturaleza, aun manchada por artificios humanos de barcos, aviones, coches, edificios y estructuras. Me bañé en sol y en brisa marina, contemplé los resplandores cristalinos de la bahía y las dramáticas nubes sobre las montañas y me dije: —Esto es la vida real.

Sí, todo lo demás es falso, debemos de abrir los ojos y mirar hacia el interior para no dejarnos corromper por el bochornoso espectáculo que ni en el Coliseo de Roma. El imperio romano no fue eterno, tampoco duraron para siempre los años 30 y 40 del siglo XX y esto tampoco perdurará eternamente. De hecho, en un año la presión ha cedido mucho, aunque las consecuencias permanecen. Pero lo eterno se encuentra dentro de nosotros y millones de veces reflejado cuando contemplamos la naturaleza.

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