Podría mencionar muchos motivos de orgullo mexicano: que tienen la pirámide más grande del mundo, más de sesenta lenguas oficiales a parte del castellano, pueblos ancestrales, como los huixaricas o huicholes, que permanecieron siglos en secreto tras la invasión española, que es el país con más hispanohablantes del planeta, que su superficie es casi tan grande como la de Europa, que su ingeniería y arquitectura permitía levantar puentes y crear ciudades-isla, así como la canalización de las aguas, al nivel de Egipto, Grecia y Roma, facilitaba el aseo diario de los ciudadanos (se dice que los aztecas se bañaban dos o tres veces al día), además de que disponían de letrinas, cuando aquí en la edad media… ¡Agua va! Podría también nombrar el sistema político-filosófico-espiritual de los antiguos toltecas que habría hecho realidad los sueños de Platón, que el territorio que hoy es México fue una de las cunas de la civilización, donde surgió la agricultura en el planeta, que su cultura maya descubrió el cero a la vez que la India, así como sus matemáticas y astronomía superaban a los mesopotámicos, siendo la única civilización antigua del mundo que calculó la edad del universo, diciendo que era de 16.000 millones de años, acercándose mucho a la cifra oficial actual de 13.770 millones de años, únicamente superado esto ahora y gracias a la tecnología contemporánea… Y un largo etcétera.
Libro ¿Descendemos de los Anunnaki?, de José Carlos Romero, página 46.
Libro Mono sapiens: del big bang al coronavirus, de José Carlos Romero.
Libro El Código Maya: La Aceleración del Tiempo Y El Despertar de la Conciencia Mundial, de Barbara Hand Clow, página 51.
Pero, sobre todo, puedo rememorar miles de experiencias, tropecientas sensaciones y muy profundos sentimientos que me produce poner un pie en este lugar del mundo: México reproduce su magia dentro de mí y vuelvo a nacer, renazco en él y nace una nueva parte de mí que me muestra más allá de lo que todos ven y todos mencionan… Es ese extraño hechizo que entre el laberinto de ruidos y canciones y aromas a copal, tortillas de maíz y humo de coche no se escucha ni se huele cuando camino por la calle entre tanta gente, es eso que reverbera sobre los arcoiris de las fachadas y se eleva hasta la intensidad azul en que reina el sol, ese quinto sol misterioso y acechante, latente en la rigidez de la acera pétrea y que, sin embargo, hace vibrar toda la luz que quiere expandirse fuera de mi cuerpo.
Es en México donde tuve mi renacimiento terrestre y mi bautizo cósmico, donde mi alma encuentra un hogar trashumante, porque él también vibra, asciende y danza para renacer en palabras, nace nuevamente en esta tierra.
Porque no se necesita nacer en México para amarlo, porque no se dice “soy mexicano”, se dice “a huevo, siempre he sido una extranjera, pero mi corazón es mexicano”.
Aunque ya sabemos que el mundo pertenece a unos pocos y que el sistema es una farsa… a pesar de ello, deseo feliz día de la independencia y bonita fiesta patria, así como todo lo mejor, a todos los mexicanos en general y, muy en particular, a esas almas tan importantes en mi vida que surgieron en estas bellas tierras: a mis hermanas cósmicas y a mi dualidad.