Estoy sumida en la edición de mi nuevo poemario, el cual publicaré, si todo sale bien y no hay otro apagón, antes de que acabe este mes.
Decidirme a publicar estos textos no ha sido fácil, pues con ellos voy a mostrar una parte muy, muy vulnerable de mí. Sin embargo, después de darle mil vueltas en la centrifugadora de mi mente, mi intuición me dice que lo haga.
Es hora de alzar la voz. Es hora de contar lo que está pasando y no solo me ha ocurrido a mí, sino que con mi ejemplo doy voz a muchas otras personas que no se atreven a hablar sobre sus casos.
Todos estos procesos que me llevaron a escribir semejantes poemas me han conducido a la conclusión de que «mi ‘debilidad’ es el primer peldaño de mi fortaleza». Y, aunque me vaya a exponer muchísimo con este libro, me siento muy poderosa en el camino.
Tengo muchas ganas de compartirlo con vosotros, pero aviso de que es el más fuerte que he publicado en mi vida hasta ahora (y, tal vez, en lo que me queda de ella).
El mal (nacido) es súper cándido en comparación con este libro.
Ahora mismo, estoy viajando al pasado al leer y releer algunos poemas. Esto se me hace algo cuesta arriba, pues me pone un poco triste: un agujero en el estómago se reabre y la mirada quiere procrear lágrimas.

Emocionada: Conteniendo las ganas de llorar mientras reviso el manuscrito; también, deseosa de mostrarlo.

Egō poiéō: aunque a veces la energía puede ser destructora, mi naturaleza es crear.

Sorpresa, sorpresa…