Por lo tanto, ese supuesto asesinato del autor sería tan solo una llamada reveladora de conciencias sociales con motivo de abolir la institución teológica y absurda que se nutre en torno al Autor-Dios a los ojos de un ateo Barthes. Y aquí está la clave: él no vio el verdadero valor de la inspiración, la canalización sagrada de algo superior a nuestra propia mente, ni del acto puro que es su consecuente plasmación en palabras que trascienden las formas. Barthes no ha experimentado la magia en el ensueño tras los monstruos de la razón; es un intelectualista casto. Al fin y al cabo, un ateo es igual de crédulo que un creyente: no sabe realmente, no tiene la conciencia abierta, mas basa su veneración o condena en una creencia meramente abstracta.
Muerte del autor: nacimiento del lector. Comentario de texto sobre Barthes, de Arim Atzin (María Ferreiro)
El pasado 7 de julio de 2020 publiqué un artículo llamado Muerte del autor: nacimiento del lector. Comentario de texto sobre Barthes. Todo el texto es un comentario que hice hace años, cuando estudiaba Filosofía, sobre la visión que tenía Roland Barthes respecto a la figura del autor y del lector; me limito aquí a exponer su visión. Pero al final del comentario, expreso brevemente mi opinión actual al respecto. Hoy quería expandir y esparcer un poco más mi visión al respecto.
La teoría del arte y literaria antes me parecían muy interesantes. Cuando escribí aquel comentario, unos ocho años atrás, no me daba cuenta de que tanto Barthes, como otros teóricos, como yo caíamos en el simplismo de limitarnos a las formas. Era lo que me tenía que leer y estudiar para los exámenes de la carrera y lo aceptaba como válido, sin cuestionarme todavía más allá. Pero en estos tiempos he observado que el mundo cada vez ha ido encaminado más y más hacia lo abstracto, lo teórico.
Todo se tiene que medir científicamente, nos quedamos con lo material, lo visible y descriptible, buscamos medir más allá de nuestras posibilidades y surgen hipótesis y teorías que casi, casi se mezclan con la magia. Pero, como no se pueden demostrar, se quedan en fantasía y en títeres ridiculizables para algunos eruditos de cabeza dura y cuadrada. Lo mágico que hay tras todo ello, al no poderlo contabilizar, ni explicar, simplemente lo ignoramos. Los pensamientos dan veinte mil vueltas, se basan en cifras, análisis, estadísticas, mediciones y dependen del desarrollo tecnológico, la nueva deidad mundial, para ser capaces de captar un poquito más allá. La intuición y creatividad son castradas en pos de lo que podemos palpar. Se busca en todo una estructura que explique a la perfección la realidad. Pero si solo conocemos un 4% del universo, ¿cómo pretendemos comprender lo que fundamenta la existencia? Y en base a ese 4% pretendemos explicar todo. Pequeña burbuja, nimio mundo, infinita vanidad.
¿Qué clase de mundo hemos creado? Sí, creado, porque al final es una creación mental nuestra, ya que lo pretendemos explicar desde nuestra gran ignorancia. Ahora comprendo profundamente la frase del genio Goya: “El sueño de la razón produce monstruos”. No se refería aquí a la razón como tener la verdad en una discusión, sino a la mente racional como manipuladora y castradora de la sociedad. Nos hemos vuelto muy mentales, pero existen mundos más allá de esta capa de la mente: por encima está la voluntad y más arriba la conciencia.
No, la conciencia no es algo que tengamos en el cerebro, eso yo lo sé, porque lo intuyo, y mi intuición está por encima de mi intelecto, aunque, al bajar a mí, pase por su filtro. Pongamos de ejemplo a una persona dominada por sus emociones. Es altamente voluble. ¿Y una persona de ésas tan racional? Suelen ser fríos y les cuesta expresar sus emociones. Ahora veamos a alguien más espiritual, consciente, que tiene el dominio sobre sus emociones, mas también sobre su cabeza pensante. Ve la vida desde otra perspectiva, es más libre. Pues algo semejante ocurre en este texto y lo que quería expresar con mi conclusión final: el mundo intelectualizado ha funcionado durante mucho tiempo, ha habido numerosas guerras y conflictos, ha surgido el capitalismo, se han creado los monstruos de los que Goya hablaba y cada vez hay más normas, pues se piensa que solo así se puede regir, porque no se usa la conciencia. Uno se queda estancado en la mente y se pierde el sentido.
El arte ha sido reducido a signo. Los posmodernos ya no crean: producen, replican, lanzan al mercado, comercian y se valen unos de otros para promocionar su acelerada digestión, su diarrea, su verborrea, justificación mental de la falta de profundidad y sentido. Se busca una estructura artificial, basada en el 96% de ignorancia, que les haga seguir el juego del que se mantienen: obras de la era después de la muerte del arte y teóricos que hacen marketing mediante técnicas mortecinas supuestamente lógicas para mantener inertes imágenes y biografías. En ello no hay esencia, y entre ellos se matan metafóricamente, aunque en realidad sí que muere, o se desconecta, una parte fundamental de sí mismos: ignoran su alma.
Lo mismo ocurre con el resto del mundo: reprimimos la conciencia para dar rienda suelta a la inmediatez que nos ocupe los sentidos, porque lo superficial es más fácil de digerir y se vacía rápido para no soportar el abismo de enfrentarte al auténtico ser: el verdadero sentido de tu existencia. Entonces, ¿quién muere, el que escribe, o el que lee? Pues para mí mueren ambos y se entierran juntos en el mismo hoyo infértil. Solo sobreviven, se elevan y viven los que trascienden este juego de vanagloria y vuelven a nacer al nacerles de adentro los valores y la conciencia.
Éste es un mundo caduco. ¿Seguir reglas, o vivir valores? ¿Mirar la vida adoctrinado en una teoría y sus normas, o mirarla desde la conciencia que te da libertad de actuar a partir de valores? ¿Ser respetuoso, porque si no te multan, o serlo porque te nace de adentro? Es una gran diferencia. ¿Pensar el arte y la literatura como un instrumento funcional social que sirve para entretener la mente y para alimentar más esta psicopatía, o sentir el arte y la literatura como creación que viene canalizada desde una conciencia superior a la que pertenecemos? Lo uno es un producto más de consumo, lo otro es verdadera esencia. Y de esto hablaba el último párrafo: de literatura, pero también del mundo.
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