Soy filósofa de mi propia existencia, es decir, poetisa
Soy filósofa de mi propia existencia, es decir, poetisa

Statement

Ojalá despierte en ti un logos dentro del caos de la vida cotidiana.

No hace falta tener estudios universitarios para ser un filósofo. No se aprende filosofía, sino a filosofar, para lo cual la universidad puede ser una gran ayuda o un lastre, depende de la actitud personal. En la universidad uno se empapa de teorías, de ideas sin entenderlas del todo (pues el tiempo es escueto), de memorizar axiomas hasta los que otros han llegado y desde los que durante siglos, sino milenios, numerosas corrientes han fluído; uno se sienta con todos los libros y los devora para vomitarlos en un examen, bulimia esquizofrénica que se repite cada semestre. Al final la cabeza, cual estómago, vacía y sin haber nutrido el cuerpo ni la mente.

En todo este caos uno ha de sentarse y desconectar de todo. Conectarse con uno mismo. Filosofar. Esto es, meditar sobre los temas y llegar a propias conclusiones. Mirar alrededor y analizar, intercambiar ideas luego. Estudiar los temarios ayuda tan sólo cuando se es capaz de interiorizar y comparar, al igual que se miran los brillos de un diamante desde cada pulida arista, moviendo la perspectiva y captando las diferencias mientras se permanece siempre desde el original eje de vista. Las distintas, incluso contradictorias, formas y perspectivas son necesarias para que un filósofo sea capaz de entender, pues sólo así se capta un trozo más amplio de la realdad. Además, como decía a menudo mi estimada profesora en Santander, Carmen Dolby: 

la filosofía es una labor de toda una vida.

Mi buena profesora de la carrera de Filosofía

En otras palabras, hay que darse tiempo y dedicárselo con todo el cuerpo y la mente.

Harta como estoy de que la sociedad, en su mayor parte ciega como es ella misma, me diga en qué tengo que emplear mi tiempo, cuán rápido he de alcanzar los estándares definidos no por mí, cuánto dinero ganar y gastar en asegurarme hasta el culo, mas que me haga perder los ojos y la cabeza; estando hasta el culo y hasta la cabeza, incluídas las narices y los ojos, de que me intenten convencer sobre lo que está bien y mal, como si los esquemas de la vida dentro de una comunidad fueran morales de esclavos, he decidido que lo hago a mi manera. Para mí tanto la poesía como la filosofía son una necesidad, y voy a seguir estudiando filosofía en la universidad a distancia (UNED), con mucho cuidado de no recibir una sobredosis que me haga devolver cuando me examine; seguiré en Colonia estudiando Indogermanística, con precaución respecto a mi tiempo; y voy a comenzar a publicar los libros que ya escribí y los que estoy aún por escribir, y quiero publicar asimismo los de otras personas y traducirlos. Y voy a hacerlo a mi manera, pues no creo que me sea más difícil de llevar a cabo que la mera adaptación a un mercado que sutilmente me presiona.

Estoy leyendo a Michel Onfray, su libro: Cosmos. Una ontología materialista, y solo puedo recomendarlo, pues, aunque no estoy de acuerdo con todo lo que dice, pienso que da la clave en muchos aspectos (sobre los cuales habría que escribir, más que un artículo, una tesis entera). Y de eso se trata, de descubrir un prisma nuevo y poner a prueba las hipótesis propias, pues nadie tiene la verdad absoluta, pero todos llevamos un trozo de verdad con nosotros.

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