La dignidad es necesaria, pero el orgullo corrompe a las personas. Las corrompe porque las aleja de enfrentarse a sus propios miedos a no ser aceptadas y a quedar en ridículo. El orgullo no quiere que la brújula de la conciencia sea libre de medir el término justo por el que las personas se tratan con dignidad a sí mismas y a los demás, esto es, respetando, y abre fuego contra esta verdad que le mataría.