Soy filósofa de mi propia existencia, es decir, poetisa
Soy filósofa de mi propia existencia, es decir, poetisa

“Lávate las manos”

Putos agroquímicos, puta modificación genética, puta comida basura y procesada, puto tabaco, puto alcohol y puta contaminación. Maldita generación de mierda, maldita manipulación social, maldito lavado de cerebro, maldito adiestramiento consumista, maldita creencia materialista, malditos hábitos físicos y emocionales. Es hora de romper la adaptación y comenzar a estudiarnos y crearnos a nosotros mismos. Es hora de dejar de ser conejillos de Indias. No nos damos cuenta de que nos están matando a través nuestro, con nuestro permiso, mientras ellos se lavan las manos. Tenemos responsabilidad individual y global.

Las consecuencias de tantos años de borreguismo global, de hedonismo tóxico por un lado, de falsos automitos (mitos implantados que creemos nuestros), por otro lado, de que tenemos una responsabilidad de sacrificarnos y hasta autoflagelarnos (en algunos casos) para prosperar, de que necesitamos esto o aquello, de que tenemos que cumplir con el deber (ajeno, impuesto, obsoleto), de esa satisfacción ficticia de una vida sacando adelante los engaños que nos hemos tragado y que inculcamos a siguientes generaciones. Todo lo que desvele y rompa con esa norma es una perrofláutica tontería, pajaritos en la cabeza y te tachan de antisistema, de estar en otra realidad. Las realidades las creamos nosotros mismos y las circustancias cambian si nosotros cambiamos, pero… “tonterías”. Y cuando te jubilas, estás ya tan acostumbrado a esa mierda de vida, que te conformas con comer, dormir y cagar y no sabes ni para qué existes. Entonces llega un aviso, te encargas de solucionarlo técnicamente sin aprender nada de ello, y entonces vas, te enfermas peor y mueres. ¿Qué te llevas? Nada, muy poco o nulo aprendizaje. Toda tu existencia ha servido solo para mantener un sistema y contribuir su expansión.

Seguimos contribuyendo a que no quede tierra limpia, agua cristalina y aire puro, seguimos siendo esclavos de nuestras posesiones y nuestra cabeza y espíritu vacíos. Seguimos trabajando hacia fuera y no hacia adentro. Pobres víctimas que somos de nosotros mismos. Qué dulce el engaño y qué dulce tortura lenta, mientras comemos, bebemos, fumamos y respiramos veneno patrocinado y financiado por nosotros mismos.

“Lávate las manos” nos dicen, mientras ellos se las lavan. Y nosotros también nos las lavamos, qué paradójico, qué desorden mental. Como dije arriba: tenemos una responsabilidad individual, pero también común, global.