El último fuego se durmió
y tararean los rescoldos
de la noche:
Némesis alborota
vespertina
a la madre.
Cuando pertreche el reflejo
de nuevo y el aire renueve
la carga,
dejaré que tus ascuas
me penetren las cuencas
y los rasguños de la madre
arderán en nosotros:
la verdad se vestirá
de blanco,
los prados de su lomo
vestirán de escalofríos
el rocío
y los párpados
llenos de lunares
alborearán
hasta emborracharte de sed.
Si bregas tenue
en paladar estrellado,
desvistes de aliento
a la aurora nocturna,
ésa, solamente ésa
será la verdad
a la que has velado.
* * *